martes, 7 de abril de 2009

DURACION DEL NOVIAZGO


NOVIAZGO

La prudencia cristiana ha aconsejado siempre que la duración del compromiso antes del matrimonio sea relativamente breve. Eso no significa que no deba haber un profundo conocimiento mutuo, sino que para alcanzar ese conocimiento es suficiente una etapa de trato recíproco y de amistad previa al establecimiento del compromiso. Por tanto, en este periodo, las manifestaciones de confianza que resultan adecuadas se miden por los cánones propios de la amistad en general, no con aquellos del compromiso del matrimonio.
Es frecuente, sobre todo en personas bastante jóvenes, que deseen establecer muy pronto un compromiso de este tipo, porque confunden la convicción subjetiva de la seriedad de sus intenciones con la realidad objetiva de la situación en que se encuentran. En estos casos puede suceder que, aun queriendo excluir comportamientos que son ocasión próxima de pecado, piensen equivocadamente que la firmeza de su decisión les autoriza a tener expresiones de confianza y de afecto más íntimas que las que son propias de una mera amistad. Permitirse tales manifestaciones cuando prevén una larga permanencia en esa situación, es una imprudencia seria, pues se habitúan a un régimen de intimidad que les expone a tentaciones graves y que, en sí mismo, empaña la limpieza de sus relaciones y lleva muchas veces a un oscurecimiento de la conciencia.
Desaconsejar este tipo de trato no supone pensar mal ni ver malicia donde no la hay; es, por el contrario, advertir con prudencia –con realismo– el peligro de ofender a Dios, y de que la concupiscencia, alimentada por esa intimidad inapropiada, llegue a presidir las relaciones recíprocas, determinándolas reductivamente por la atracción sexual, lo cual no les une sino que los separa (13). Comportándose de ese modo, llegarían a verse el uno al otro, progresivamente, más como un objeto que satisface el propio deseo que como una persona a la que el amor inclina a darse (14).
Sin descender a la casuística, nada impide que los novios tengan aquellas manifestaciones de afecto y de cariño que se consideran correctas en un ambiente cristiano. Existe una pregunta que, con frecuencia, se plantea: ¿hasta dónde se puede llegar?, que no tiene respuesta, ya que «cada etapa de la maduración humana, espiritual y cristiana, del amor debe tener sus expresiones afectivas y físicas apropiadas» (15). Es normal que los prometidos se manifiesten sensiblemente su amor (16), pero con la reserva que llama al rechazo de pasar hacia la unión sexual. Es claro que la moral cristiana no contempla como legítimas las relaciones prematrimoniales (17)
El mensaje sobrecoge

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